miércoles, 24 de octubre de 2007

Del Bibliotecario a la Folksonomía

Desde que el hombre produce textos, han existido mecanismos para clasificarlos. Y es que, como la gran mayoría de los documentos se han escrito pensando en que luego alguien habrá de leerlos, es necesario que ese alguien llegue primero a ellos. Así, a medida que las bibliotecas fueron creciendo, se hizo necesario tener a gente especializada en clasificar textos, una habilidad que requería mucho estudio, erudición y un vastísimo vocabulario, entre otras habilidades específicas. Con el advenimiento de la informática y la llegada de Internet a la sociedad civil, la humanidad comenzó a producir como nunca textos escritos y visuales y, luego, a publicarlos en esta nueva plataforma virtual. Hoy, la información en Internet es equivalente a tres millones de veces la cantidad de libros escritos en la historia y se pronostica que, de aquí al 2010, esta cantidad se sextuplicará cada año.

¿Cómo se ha de clasificar entonces toda esta enorme cantidad de información? ¿Cómo puede llegar un lector o usuario a lo que está buscando? Tener expertos no bastaría, en primer lugar porque muchos bibliotecarios y expertos clasificadores no abundan hoy en día y, en segundo lugar, porque antes de un tiempo no muy largo terminarían todos en el manicomio. Es así como la misma World Wide Web se ha visto en la necesidad de crear poco a poco, herramientas de clasificación inéditas en la historia de la información, instrumentos que han evolucionado, tal como lo ha hecho la WWW, hasta llegar a lo que hoy se conoce como folksonomías. Estas vienen a ser las clasificaciones propias de la Web 2.0, donde son los mismos usuarios quienes etiquetan textos e imágenes creando así categorías que agrupan tanto los elementos o informaciones de un determinado tipo, como también vinculan estos mismos elementos con otros con los que guardan relación.

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Para saber mejor qué son las folksonomías, es necesario entender primero en qué consisten los “tags” o etiquetas. Estas últimas son palabras clave o términos asociados a alguna determinada información que son asignadas a los contenidos ya sea por los autores de los mismos o por los usuarios de ellos. Cuando este último es el caso, es decir, es el que lee quien asigna una etiqueta y clasifica el contenido de un artículo, imagen o video, estamos en presencia de la folksonomía. Otro modo de entender esta herramienta de clasificación colaborativa de contenido es analizando la etimología de este neologismo. Folk viene del alemán Volk, que significa pueblo, y sonomía viene de taxonomía o ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación. Folkosonomía entonces, derivado del inglés folksonomy, significa clasificación por parte del pueblo o popular. El término fue acuñado por Thomas Vander Wall, un arquitecto informático norteamericano a quien también se le atribuye en concepto de “tagcloud” o nube de etiquetas.

Adam Mathes, quien escribió el artículo “Cooperative Clasification and Comunication Through Shared Metadatas”, explica que el sistema de clasificación en las bibliotecas se vuelve hoy insuficiente para la cantidad de información de la Web y, frente a esto, se crean sistemas alternativos de clasificación. Luego, se les pide a los propios creadores de contenido que etiqueten aquello que publican a modo de descripción. Sin embargo, en una tercera instancia, algunos web-ideólogos consideraron que era necesario involucrar al usuario, que es para quien finalmente va dirigido el contenido, en la categorización del mismo. Así entonces, se abrieron los metadatos, o datos sobre los datos, aquellos que hablan acerca del carácter de una información, a la clasificación colaborativa, es decir, por parte de los propios usuarios.

A pesar de que las folksonomías representan un modo eficaz e interactivo para la clasificación de la abundantísima cantidad de contenidos que existe hoy gracias a la web, estas tienen, como todas las cosas, ventajas y desventajas. Entre las ventajas está, por supuesto, la variable económica, pero también que las folksonomías son términos de clasificación flexibles e inclusivos donde, al estar diseñadas por los propios usuarios, estos logran tener un grado de participación mucho mayor en el contenido generando también una comunicación más participativa. Por otra parte, entre las desventajas, hay quienes señalan que la clasificación colaborativa es impulsiva y, por ende, caótica, imprecisa y a veces, incluso, inexacta.

Sin embargo, este sistema de clasificación colaborativa tiene herramientas de autocorrección que permiten minimizar sus limitaciones. Se trata, en primera instancia, de establecer un ranking donde cada clasificación individual se sume a un total donde, las etiquetas más utilizadas suben en posición y las menos, bajan. Así, las clasificaciones antojadizas y apresuradas, quedan más abajo y no son las más importantes. Por ejemplo, en las nubes de tags o etiquetas, las más “votadas” aparecen en caracteres más grandes mientras las menos populares se quedan en tamaños más reducidos. Luego, cada usuario no define sólo una etiqueta para cada contenido sino muchas de ellas. Esto permite que diferentes etiquetas se relacionen entre sí para formar un conjunto de palabras asociadas con el contenido, permitiendo más posibilidades de búsqueda y, a la vez, una caracterización más eficiente y que lleve a los usuarios a cometer menos errores a la hora de buscar y encontrar.

Si bien no son muchos los sitios que se atreven a permitir que los usuarios clasifiquen el contenido que no ha sido creado por ellos, los dos más importantes que si lo hacen son flickr y del.icio.us. La primera es una plataforma donde cada usuario tiene una cuenta y carga sus fotos, y, a su vez, los otros usuarios pueden clasificarlas. Sin embargo, es del.icio.us el portal más sindicado a la hora de hablar de las folksonomías. Este es un sitio donde se promocionan o clasifican otros sitios a través de las etiquetas o tags que los usuarios les adjudican a todos ellos. Es, por decirlo de otra forma, una manera de clasificar tus favoritos en línea y, a la vez, compartir esas clasificaciones y con ello las páginas preferidas de cada quién con todos los usuarios. Las etiquetas permiten, a su vez, ir agrupando distintas direcciones virtuales según temas parecidos y así ir creando grupos temáticos de sitios, blogs o artículos dedicados a los mismos tópicos.

En estos portales, la clasificación colaborativa es tan importante que, de no estar habilitada, del.icio.us, por ejemplo, simplemente no existiría. Así, no es de extrañarse que, en el futuro y con la web creciendo en contenido y participación, los creadores y administradores de sitios tomen en cuenta la importancia de los usuarios a la hora no sólo de clasificar lo que leen, miran o escuchan, sino también de participar directamente en la creación y actualización continua de los mismos textos. Por mientras ellos se deciden, aquí va un video simpático que explica un poco más el proceso de clasificación colaborativa de la web en nuestros días y, por qué no, del futuro.

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